jueves, 9 de enero de 2014

LA TRIBU RUTQUÍ "Fátima"

Durante generaciones, la tribu Turquí la formaban nómadas del desierto, que vivían en jaimas (tiendas de campaña de piel de camello) y se desplazaban por el desierto con un tropel de camellos, cabras, gallinas, perros, gatos y hasta erizos. Cada animal tenía su función: los perros cuidaban el ganado y avisaban cuando venía alguien. los gatos cazaban todo bicho viviente que se acercaba. En algunas jaima había erizo; a los erizos les encanta las hojas de té; a cambio protegen la jaima; son magníficos cazadores, capaces de enfrentarse incluso a las serpientes. los gatos no pueden con ellas cuando las ven se ponen a maullar como locos y si consiguen arañar las, se alejaban, dejando la naturaleza hacer su función; las hormigas del desierto lo limpian todo! Los erizos en cambio, les hacen frente; su técnica de lucha es muy sencilla: muerden el animal donde sea y se encierran, la pobre serpiente se destroza con las púas.

Cuando las tribu se reunían, formaban barrios de jaimas en la explanada  del desierto, al pie de las dunas. eso cuando las relaciones eran buenas y había paz entre las tribus. Por desgracia, no siempre era así. Mucho antes de que yo naciera, cuando las tribus estaban en estado de guerra. La vida era mucho más dura. No era sólo la lucha por la supervivencia, el calor infernal del verano y el frío espantoso del invierno, la escasez de agua y alimento. <lo peor eran las guerras tribales, los jóvenes muertos en las batallas, las familias destrozadas. Todos intervenían en la batalla, hombres y mujeres. Mientras ellos peleaban, algunas daban espantosos alaridos para asustar al enemigo. Otras vigilaban que ningún hombre rehuyera la lucha: hacían una mezcla de agua y henna, con la que salpicaban los albornoces de los cobardes que huían. la gente no tenía dinero para cambiar de albornoz, así que todo el mundo les reconocía y se avergonzaba de ellos.

Casi siempre tenían que intervenir los "saiks" o "zawias", santos o místicos reconocidos por todas las tribus; sólo ellos eran capaces de detener las guerras tribales. Eran nómadas que se desplazaban de un lado a otro del desierto, predicando la paz y la oración.

Todos los turquís fueron grandes guerreros y muy buenos cazadores. Hasta los 88 años, mi padre subía todos los días a la montaña y los oasis con su escopeta a cazar ciervos, perdices, conejos.....

Antes de entrar en el ejército, la familia de mi padre fue nómada. Mi padre pastoreaba cabras; a veces pasaba semanas o meses lejos de la familia.

Cuando se hizo militar, le dieron una casa, a la que se trasladó con toda su familia: su primera mujer, sus tres hijas, su madre, dos hermanos, sus mujeres y hijos. Estaba casado con una prima suya de Bechar Argelia. Poco tiempo después del traslado a la nueva casa, se divorcio de ella. El motivo quizá no parezca importante para la mentalidad occidental, pero para él fue cuasa de divorcio. Una tarde que él  salía de la base militar, vio, a lo lejos, a su mujer con sus cuñadas. su mujer llevaba la cara descubierta; no le importó, pero le llamó la atención, porque ella siempre se cubría con el velo. al verle la pobre a toda prisa se cubrió y era el gesto de la separación!
--¿ De quién te escondes? - le preguntó cuando se encontraron-. ¿te escondes de mí, y no de los demás? Ya no quiero seguir siendo tu marido. La repudió  al instante. Ella lo hizo por miedo y a él le rompió el corazón su comportamiento. Mi abuela y mis tías intercedieron por ella, pero la decisión de mi padre era firme. - llévate todo lo que quieras de la casa, estas divorciada, Le dijo.
La pobre mujer cogió a sus hijas y volvió a Bechar, con su familia. Para él, era un caso cerrado.

Poco tiempo después, mi padre encargó a mi abuela que le trajera una nueva esposa. A un occidental, esta clase de comportamiento quizá le parezca extraño, pero así es como se hacía, no sólo en el desierto, sino en casi todas partes de los países del norte de África. Y no puede decirse que los matrimonios funcionen peor que en el resto del mundo. Mi abuela fue a Bechar, se entrevistó con unos familiares, los cuales estuvieron encantados de entregar a su hija a un hombre de la tribu Turquí.  Poco tiempo después, mi padre se casó con la que luego sería mi madre. era hija de un buen amigo, que era vecino de la familia; Tenía casi de la misma edad de mi hermana mayor, lo curioso de la vida que siempre que salían de la base militar hacía sus casas, mi padre levantaba mi madre sobre los hombros y mi abuelo llevaba a mi hermana igual. Una de las veces le dijo mi padre a mi abuelo: ¿Elgazi te imaginas que me caso con esta criatura? En plan broma, y el destino quiso que así sea! A mi padre le sorprendió mucho y era doble alegría un deseo cumplida y la hija de un buen amigo.

Fátima, se llamaba. No tuvo suerte, mi madre; no fue bien recibida en la casa familiar; las mujeres añoraban a la otra mujer, y se lo demostraban siempre que podían, encima era demasiado espiritual, su padre era sabio del Corán y su interior marido es un Imam (cura), y solo adoraba a dios mientras los demás sólo querían disfrutar de la vida. La dejaban sola, que no le importaba mucho, se marchaban sin decirle nada, lo peor que le echaban pintura roja en la comida y decían: ¡como no ve nada echa pintura roja en vez de pimentón dulce! Se lo hicieron pasar muy mal. Ella tenía un fe impresionante, nunca se quejaba de nada, pero eso no hacía más que echar leña al fuego. Llegó un momento en que la convivencia fue imposible. Todo el día gritos, quejas, reproches. Una tarde mi padre llegó del mercado con la chilaba cargada de zanahorias, nabos, pimientos y patatas. Encontró a las mujeres alborotadas, gritando todas a la vez. ¡ No queremos a esta mujer! ¡Nunca recoge nada! La reacción de mi padre fue proporcionada al alboroto:
-¡que no recoge nada! Pues entonces.... ¡toma nabos!-, y todo lo demás. sin dejar de gritar, lleno el patio de verduras, y antes de marcharse, les dijo: ¿sabéis lo que os digo? Que si el problema es que no recoge nada, contrataré el servicio para que vaya detrás de ella.

la convivencia entre las mujeres era imposible. 
-Hijo mío, tienes que divorciarte - le dijo mi abuelo poco tiempo después.
-No pienso, ¿te falta respeto mama?
-Por dios hijos para nada! delante de mi no dice ni mu y delante tuya tampoco.
-Entonces de donde viene mu mama.
-Pues entonces, tendrás que marcharte. No puedo vivir así. No puedo más y no quiero más problemas. 

Mi padre se sintió tan dolido que jamás se le pasaba por la cabeza alejarse de su madre y sus hermanos. La familia tenía una tienda de alimentación, en cuya trastienda había una casa preparada para ser habitada. Mi padre abandonó a la casa familiar y se trasladó allí con mi madre y mis hermanos. muchos años más tarde, en el patio de esa casa nací yo.

Las demás mujeres estaban tan dolidas y fastidiadas; decían - ahora si que le va muy bien a la hija del Gazi, su propia casa y con la tienda para su servicio! realmente es a ella que las cosas han ido muy bien! Después de décadas y en cuando mi madre estaba en el lecho de la muerte, todas le pedían perdón y ella siempre con sonrisa les decía: ¡Os he perdonado desde siempre y os pido perdón por todo el daño que os he causado!




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