miércoles, 15 de enero de 2014

FRONTERAS

   


           Durante muchos años, el desierto fue un territorio libre, sin fronteras; Podías desplazarte sin pensar en e nombre del país que pisabas. Como suele pasar, la política lo estropeó todo. En el años sesenta se trazó una línea imaginaria que marcó la frontera entre Argelia y Marruecos. Un poco como ocurrió cuando construyeron el muro de Berlín, solo que en el desierto. Muchas familias se rompieron de la noche a la mañana, hasta hoy. La mayoría de mi familia se quedó en Argelia; la mía en Marruecos. Durante años no tuvimos contacto. cuando vinieron a vernos en el año 1988, a Erfoud, yo flipé, yo era ya tatartío, han venido todos, Hermanas mías de parte de mi padre que era de la edad de mi madre, sobrinos ya abuelos, tíos, tías y primos; había una prima de mi edad, preciosa, con ojos verdes, tuvimos un flechazo total. Nos enamoramos como dos tortolitos. Durante las semanas que duró la visita, nos veíamos siempre que podíamos, a escondidas, nos besábamos y acariciábamos y restregábamos hasta corrernos. Por supuesto sin desnudarnos; Tenía que llegar virgen al matrimonio. Como todas las mujeres musulmanas. Claro que unas llegan más vírgenes que otras. A buen entendedor, pocas palabras. En el medio en que crecí, Había mucha hipocresía en relación al sexo. la religión y las formas de pensar. No estaba bien visto que alguien pensara ni obrara por su cuenta. Cuando era pequeño, los niños acostumbrábamos a dormir juntos, y nos tocábamos, claro que nos tocábamos. Para mí era natural, me parecía lo más normal del mundo. Cuantas más barreras pongas a tu personalidad, más complejos tendrás en el futuro. Una parte de mí luchaba contra mis sentimientos; estaba en crisis con la religión, la familia, las costumbres; Pero al final siempre ganan tus emociones. 

      Mi hermana pequeña y yo teníamos otra mentalidad. No hacíamos caso de la religión, pensábamos de otra forma. yo no he vivido como mi padre, cazador, guerrero y sabio. Nos enseñó a todos sus hijos, chicos y chicas a disparar y en cuando había cualquier feria, nos llevaba a los puestos del tiro, controlaba las escopetas y nos hacía concurso de quien tiraba mejor, que tiempos eran, siempre la gente se quedaba boquiabiertas al vernos apuntar tan bien, sobre todo las chicas.

    Fui el primero, de toda la familia Belarbi, en ir a la universidad. El primero de mi tribu. Mis hermanos mayores no quisieron. Uno se hizo militar, y los otros no quisieron saber nada de estudiar. En el colegio yo aprobaba con facilidad, sin estudiar apenas nada. Lo que me gustaba era cantar. Con 17 años, con unos amigos, montamos un grupo de música; hacíamos una especie de fusión, que ahora está tan de moda, con guitarra eléctrica e instrumentos de percusión árabes, como la darbuka y el oud. Yo era el cantante. Dimos unos cuantos conciertos, pero a mi padre no le gustaba nada.
    - Si cantas, no eres mi hijo -me dijo-
si quieres ser mi hijo, estudia. Ya ha pasado la época de las caravanas; ahora estamos en la época de los bolis.

      Obedecí a mi padre. Dejé de cantar y me fue a estudiar a la universidad de Meknes.
Quiero decir que dejé de cantar profesionalmente, porque seguí cantando para mí mismo y siempre que tengo ocasión, canto. la música árabe es fascinante. hay cantantes magníficos, sobre todo los clásicos para mi gusto. algunos de ellos no están demasiado lejos del flamenco. al fin y al cabo, la música es emoción, y las emociones son las mismas en todas partes, en el desierto y en las ciudades.

     Duré poco en la universidad; estudiar no era lo mío. Lo único que me gustaba en mi vida han sido las idiomas. Aprendí francés e ingles, y más tarde el español. Los idiomas me gustan mucho. decía mi padre: - ¡como me gusta escucharte hablar idiomas! "si hablas dos idiomas, eres dos personas. Yo hablo cuatro, de modo que soy unas cuantas personas. A ninguna de esas personas les gusta leer. he leído poquísimos libres en mi vida. Prefiero observar y escribir las cosas que se me pasan por la cabeza.

    Solo estuve dos años en Meknes. Aguanté por mi padre, aunque me parecía una perdida de tiempo. Si hubiese tenido siete vidas, habría regalado una a mi padre y acabado la carrera. Tenía que vivir mi propia vida, tomar mis propias decisiones, aprender de mis propios errores. A mi padre no le gustó, pero tampoco se opuso. Durante años hice de todos y estuve en todas partes: un par de años en Casabalanca, trabajando con el amigo judío de mi padre; Una temporada en Fez, ayudando a un amigo en un negocio de pastelería; de fotógrafo en Erfoud, sacando fotos de bodas y fiestas familiares; con un  poco de dinero que tenía ahorrado, compré una cámara e instalé un pequeño laboratorio en casa; al principio no tenía ni idea, pero poco a poco fui aprendiendo y llegué a ser un fotógrafo bastante apañado. Del mundo de la fotografía aparecieron las cintas de vídeos y salté al mundo del cine. Empecé a alquilar cintas de vídeo. Mis mejores clientes eran los profesores de la escuela hostelería y siempre me proponían estudiar y sacarme el diploma. al final les hice caso y otra vez al mundo de los estudios. En el primer año, me mandaron de practicas a Agadir al suroeste de marruecos y ahí empezó mi historia hacía mi viaje a España. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario