lunes, 25 de noviembre de 2013

EL MALHOJO!

                                  EL MALHOJO

Hasta los 88 años, mi padre recorría  el desierto y el oasis del alrededor, todos los días a cazar con su escopeta, ciervos, gacelas que son sus preferidos sus historias con ellos y su orgullo de su táctica de buen cazador. Siempre de bajo del viento hijo, me decía así el animal no te huele. Evita los lados de la sombre que detectan el movimiento y concentración, cuando aprietes el gatillo, corta la respiración así evitas el movimiento. Mi padre era el controlador de los rifles y escopetas en la época de la colonización francesa. En esa época, se puede incorporarse uno, da igual la edad, si sabe manejar un arma dejadle, decían los franceses. Cuando alguien quiere ganar dinero hay que ser militar en los años 20 hacía arriba. Los tuaregs que se acomodaban a la vida del pueblo, bajo piedras y encerrados. Como decía el nómada original, entonces ser militar era la solución. Pero si no sabe usar arma no hay posibilidad y tampoco se cansaban en enseñarles, con los que hay ya le valía. Algunos al hacer la prueba del tiro, decían que el problema era del arma. Entonces el capitán llamaba a mi padre y le decía: Buzian mira me esta arma que tal esta. Mi padre apunta al blanco y si la arma este bien, seguro que el capitán cubría con las puntas de los dedos los seis tiros. Siempre decía: él que tira que tire como Buzian es como la huella del lobo refiriendo al dibujo de sus dedos juntos. Algunos al pasar mi padre al lado le decían somos nosotros primo haz que sea del arma. Entonces mi padre tira fuera del blanco y luego se encargaba de enseñar a muchos sin que los franceses lo sepan, pero él lo disfrutaba.
Una de las anécdotas del mal de ojo,  era que hubo cuatro nuevos beréberes que nunca han cogido armas, hicieron la prueba, ni una bala en el panel. Al hacer la prueba mi padre, tres estaban perfectas y solo una se iba un poco a la derecha. Acabaron en la calle, entonces decían a la gente: un polluelo turco apareció y nos ha quitado el pan de nuestros hijos. Mi padre tenía 16 años, todos los trajes le quedaban grandes, pero estaba ahí y tenía su valor. Al día siguiente se fue a la caza. Los franceses saben que algunos tuaregs cazaban aunque era temporada prohibida, cuando los animales se procrean. Pero que iban a decir a alguien que lo único que sabía era eso. Cogió su camello y su alimento para todo el día y se fue, en una de las Planadas del desierto, había una gacela que le llamó la atención: ¿qué hace aquí solo este animal? se preguntó. Las gacelas viven en rebaño al contrario que los ciervos que los machos pueden recorrer desiertos solos. Buzian se acercó delicadamente, orientó su escopeta hacía el animal, solo notaba que todo su cuerpo estaba de puntas. Disparó perfectamente al blanco. El animal tranquilo levantó la cabeza  le quedó mirando un rato y otra vez a comer. Mi padre sorprendido volvió a apuntarle, apretó el gatillo y justo lo mismo. Le quedó mirando un rato más largo y a comer. Entonces se acercó, lo tenía a menos de 50 metros, le apuntó y le dijo: Te juro que te mato aunque seas un duende y apretó. Solo se oía zumbidos y campanas en sus oídos sangre que bajaba por su cara. Bajo la escopeta y intentó mirar que le pasaba. Estaba reventada, como que la han cerrado el cañón y la bala no podía salir, se quedó un poco mareado miro fijamente al bicho y le dijo: ¿que estas mirando? ¿No tienes en que aparecer solo en una gacela, sabiendo que yo estoy cazando? Vete a el infierno de dónde has venido. Estaba preocupado por el arma que va a decir a su capitán. Al llegar a la base, nada más ver su escopeta, saltó el capitán en árabe: (¿todrob Algin Buzian?) ¿Cazas duendes Buzian? como que si él estaba presente decía mi padre, y lleva siempre un anillo de bronce rojo en el dedo, te protegerá por lo menos si te empeñas en hacerlo. Al llegar a casa y contarle a su madre lo ocurrido, le soltó son los beréberes que te empeñaste y ponerles en ridículo a los pobres que te echaron el malojo hijo y cuidado con tus actos y sea sabio y lunático mejor que potente y ignorante.
Para mi padre hay que aprender ciertas cosas para vivir en el desierto, nadar por las riadas que venían, montar camello y caballo, para dominar su poder, usar arma y era fundamental para estar seguro y cazar para sobre vivir. Caza al macho y no a la hembra, así aseguras la conserva de la especie hijo, siempre decía. En los años 80 en la aldea de Erfoud mi padre era él único que salía a cazar, siempre cuando salimos de excursión toda la familia, nos ponía en fila y nos enseñaba uno a uno a tirar con la escopeta, chicos y chicas. Una de las vistas a mi hermano a Meknes, donde trabajaba de militar también, yo tenía 17 años y parecía 15 y mi hermana Mbarka tenía tres menos que yo. Al llegar a un puesto de juegos de perdigones, dijo: ¿Les vais a enseñar a esta gente los que son los Turquís? nos mirábamos mi hermana y yo, con un sonrisa enorme saltábamos a la vez: si, si. Mi padre pidió dos armas y tiró con una y con la otra, retocó un poquito el reglaje y dijo: haber lo que sabéis hacer. Los dos primeros tiros explotábamos los perdigones. Había militares y mucha gente, se quedaron mirando. Vimos la sonrisa puesta en la cara de mi padre y sentimos el ego sobre nuestras cabezas. Nosotros ya lo habíamos hecho en el pueblo, cuando había alguna feria, pero eso era Meknes y la primera vez que pisábamos una ciudad tan grande. El segundo tiro igual, se oía las explosiones de la pólvora. De repente dijo mi padre: dejad los perdigones, quiero las cerillas y no rotas encendidas. Ok dijimos, ya era desafío entre hermanos, el macho y la hembra. El primer tiro rompí la cerilla y se veía le llama de la cerilla de mi hermana subiendo por arriba; me gustaría no haber estado ahí, lo pasé fatal. El segundo tiro se encendieron las dos. La gente estaba asombrada, nosotros estábamos en el desafío. Saltó me padre: ¿y si vamos a la aguja qué? Sin responder le, solo esperábamos el que recarga las escopetas, ansiosos sin darle importancia a su expresión de cara. Nunca he visto a niños así. ¿De dónde sois? preguntó. Del desierto respondimos. El primer tiro falló ella, yo sentí alivio. Entonces mi padre dijo: puedo contar con vosotros, sois de mi sangre, vamos nos. había tanta gente al rededor, que salíamos de ahí con mucha dificultad y miradas tan sorprendentes que ni Michael Jackson en su mejor gloría. Había un poco de tensión al principio entre nosotros dos. Sin decirle nada, mi padre lo sabía, nos dijo. Os completáis uno al otro, ella tira al horizontal y tú al vertical. Nos echamos a reír y dijimos que bien. Mi padre iba un rato haciendo oraciones a Allah, que proteja sus hijos del malojo y que les abre los ojos al bien y al mandamiento secreto que lleva al creador directamente sin intermediarios.


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